La Leyenda de Juanjo y la ITV Maldita En las oscuras calles de Ontinyent, donde los motores rugen como los truenos y el viento lleva el eco de viejas historias de carretera, existía un motero llamado Juanjo. Su fiel montura, una Harley Davidson curtida en mil rutas, era su orgullo y su condena. Se decía que esa Harley tenía un alma rebelde, forjada en el fuego de mil carreteras y el humo de incontables botellines. Cada vez que Juanjo intentaba llevarla a la ITV, surgía una nueva calamidad: luces que funcionaban hasta llegar al recinto y luego morían, escapes que rugían como bestias endemoniadas sin previo aviso, y hasta un inspector que, al verla, cruzaba los brazos y negaba con la cabeza antes de pronunciar el temido veredicto: "Desfavorable". Los años pasaron, y la moto de Juanjo acumuló más historias que kilómetros legales. Pero una noche de luna llena, cuando el cielo se iluminó con el resplandor de los faros de cientos de motos, un viejo motero se le acercó en una concentración y le dijo: —Juanjo, hermano de la carretera… Si quieres que tu Harley pase la ITV, debes hacer un pacto con los espíritus del asfalto. Intrigado y desesperado, Juanjo escuchó con atención. Según la leyenda, debía llevar su Harley hasta el viejo puente de Ontinyent a la medianoche, encender un cigarro y dejar que el humo envolviera el manillar mientras recitaba un juramento sagrado: "Por la gasolina quemada y el aceite derramado, que esta bestia ruja, pero sin ser condenada." Con el sonido del río susurrando entre las piedras y la brisa nocturna acariciando su chaqueta de cuero, Juanjo cumplió con el ritual. Y al amanecer, al encender su moto, algo había cambiado… El motor ronroneaba con la calma de un felino acechando, las luces brillaban con una claridad nunca antes vista, y hasta el escape parecía contener su rabia. Con una mezcla de temor y esperanza, Juanjo llevó su Harley a la ITV de Ontinyent. Cuando el inspector la miró, frunció el ceño, como si esperara ver la misma máquina rebelde de siempre. Pero tras revisar cada detalle, se encogió de hombros y, con una mueca de incredulidad, estampó el sello en la ficha técnica. —Parece que hoy… es tu día de suerte. Juanjo sonrió, encendió la moto y, con un rugido contenido pero lleno de victoria, se alejó de la estación. Dicen que, desde aquel día, su Harley sigue rugiendo por las calles, pero siempre con la bendición de los espíritus del asfalto y el sello sagrado de la ITV. Y así nació la leyenda de cómo Juanjo, contra todo pronóstico, venció la maldición y pasó la ITV en Ontinyent. 🤘🔥